domingo, 21 de agosto de 2011

Un poco sobre las leyendas Arturicas



Desde hace algún tiempo, las leyendas Artúricas se han vuelto a poner de moda, sobre todo con el Grial, creo que es importante hacer aunque sea de manera breve un recorrido por algunos de los autores, quienes vivieron entre el siglo VI y el XII de nuestra era, Thomas Mallory funde los contenidos de libros anteriores que recogen leyendas remotas: el romance anónimo Perlesvaus o el Alto Libro del Graal; Vida de Merlín e Historia Regum Britanniae, ambas de mano de Geoffrey de Monmouth y la secuela de Wace, Roman de Brut; El Caballero del León de Chrétien de Troyes; Li Livres dou Graal, de Robert de Boron; Parzival, de Wolfram von Eschenbach; y los libros del llamado Ciclo de La Vulgata, de autoría desconocida: Estoire del Sant Graal, Estoire de Merlín, Lancelot Propre, Queste del Saint Graal y Mort Artu.

Así está el Grial, Arturo y Lancelot du Lac, Ginebra, Percifal, Melín, Morgana la Fey, Uther y otros más que construyen la leyenda que sirve como eslabón entre el Imperio Romano ya desaparecido y la nueva Europa Cristiana con grandes restos de su paganismo materno, nace la caballeria que termina con Alonso Quijano y el amor cortes, ese que todavía hace suspirar y envuelve el alma y los sentidos.

Les dejo para que los gocen, por cierto, editorial Siruela tiene varios de estos textos, como acostumbra hacerlo, con esplendidas traducciones e ilustraciones y bastante caros, pero vale la pena el esfuerzo, que gocen la lectura:
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Geoffrey de Monmouth: de Vita Merlini

El siguiente es un fragmento de la Vita Merlini, poema en hexámetros latinos compuesto hacia 1150. Se trata de la segunda obra de Geoffrey de Monmouth, autor también de la célebre Historia regum Britanniae, una crónica histórica que, pese a su pretensión de veracidad, funda para la literatura la tradición del rey Arturo y sus nobles caballeros. Estos versos corresponden al momento en que Merlín, enloquecido por la guerra que ha debido enfrentarlo al rey de Escocia, escapa al bosque para convertirse en un homo silvester, hombre de los bosques. En ellos se ve claramente el vínculo estrecho que muestran entre naturaleza y locura, por sabiduría que, en su furor, encuentra Merlín entre los árboles y los animales. Hay aquí, además, una pintura del invierno que conmueve por su melancolía; como el lobo, el mundo entero parece envejecer en los meses de frío, así, está el texto latino y su traducción.

nde novas furias, cum tot tantisque querelis
Aera complesset, cepit, furtimque recedit,
Et fugit ad silvas, nec vult fugiendo videri,
75 Ingrediturque nemus, gaudetque latere sub ornis,
Miraturque feras pascentes gramina saltus.
Nunc has insequitur, nunc cursu praeterit illas ;
Utitur herbarum radicibus, utitur herbis,
Utitur arboreo fructu morisque rubeti.
80 Fit silvester homo, quasi silvis editus esset.
Inde per aestatem totam, nullique repertus,
Oblitusque sui cognatorumque suorum,
Delituit silvis obductus more ferino.
At, cum venit hiems, herbasque tulisset et omnes
85 Arboreos fructus, nec quo frueretur haberet,
Diffudit tales miseranda voce querelas :
« Caeli Christe deus, quid agam ? qua parte morari
terrarum potero, cum nil quo vescar adesse
Inspicio, nec gramen humi, nec in arbore glandes?
90 Tres quater et juges septenae poma ferentes
Hic steterant mali : nunc non stant. Ergo quis illas,
Quis mihi surripuit ? Quo devenere repente ?
Nunc illas video, nunc non. Sic fata repugnant,
Sic quoque recordant, cum dant prohibentque videre.
95 Deficiunt nunc poma mihi, nunc cetera quaeque.
Stat sine fronde nemus, sine fructu. Plector utroque,
Cum neque fronde tegi valeo, neque fructibus uti.
Singula bruma tulit pluviisque cadentibus auster.
Invenio si forte napes tellure sub ima,
100 Concurrunt avidaeque sues aprique voraces,
Eripiuntque napes mihi quas de cespite vello.
Tu, lupe care comes, nemorum qui devia mecum
Et saltus peragrare soles, vix praeteris arva :
Et te dura fames et me languere coegit.
105 Tu prior has silvas coluisti, te prior aetas
Protulit in canos, nec habes, nec scis quid in ore
Projicias. Quod miror ego, cum saltus abundet
Tot capreis aliisque feris, quas prendere posses.
Forsitan ipsa tibi tua detestanda senectus
110 Eripuit nervos cursumque negavit habendum.
Quod solum superest, comples ululatibus auras,
At resupinus humi consumptos dejicis artus.

Habiendo henchido el aire con tantos y tan grandes lamentos, coge entonces nuevas furias y se aparta en secreto, y escapa a los bosques, y no quiere ser descubierto en la huida. Penetra en la selva y se alegra de estar oculto bajo los fresnos, y admira las fieras que pacen las hierbas del prado: ya las sigue, ya las adelanta en la carrera. Se alimenta de raíces de pastos, de hierbas, se alimenta del fruto de los árboles y de las moras de la zarza. Se vuelve un hombre del bosque, como si el bosque lo hubiera engendrado. Durante todo el verano, perdido para todos y olvidado de sí mismo y de sus parientes, se esconde en los bosques, oculto al modo de las fieras.

Pero el invierno en su venida se lleva las hierbas y todos los frutos de los árboles. Sin tener de qué alimentarse vierte con voz lastimosa estas quejas:

“Cristo, Dios del Cielo, ¿qué hacer? ¿En qué parte de la tierra podré vivir, pues descubro que nada hay de qué alimentarse, ni hierbas en el suelo ni bellotas en el árbol? De tres, de cuatro y hasta de siete en siete cargaban sus frutos estos manzanos: ya no hay ninguno. ¿Quién, entonces, quién me los robó? ¿Dónde se fueron de pronto? Un momento los veo, al otro ya no. De este modo los hados son contrarios, y así también es como se muestran: cuando otorgan y luego vedan hasta la vista. Me faltan los frutos y todo lo demás. Los bosques ya no tienen hojas ni fruta: sufro por ambas cosas, pues ni puedo hallar cobijo en el follaje ni puedo alimentarme de sus frutos. El invierno y el austro, con sus lluvias, se lo han llevado todo. Si por fortuna encuentro unas raíces bajo la tierra más profunda, vienen en tropel ávidas jabalinas y cerdos voraces, y me arrebatan las raíces que arranco del suelo.

Tú, lobo, querido compañero que sueles ir conmigo a lugares apartados de los bosques y las breñas, apenas recorres ahora un prado, y el hambre cruel nos obliga, a ti y mí, a languidecer. Tú primero habitaste estos bosques: a ti primero la edad puso entre los ancianos, y no tienes ni sabes qué cosa echarte a la boca. Yo me admiro de ello, pues el prado rebosa de corzos y otras fieras que puedes atrapar. Quizá tu misma detestable vejez te arrebató el vigor y te negó la carrera y la caza. Solo te resta llenar con aullidos el aire y, abandonado en el suelo, abatir tus consumidas coyunturas.


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Este texto es sobre Percifal, aquel que impactara tanto a Wagner, y se escribió en la baja edad media.

Perlesvaus o El Alto Libro del Grial

El alto libro del Graal comienza en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Estas tres personas son una sustancia y esa sustancia es Dios y de Dios procede el alto cuento del Graal.

Mientras soñaba, pensó que se dirigiría hasta la capilla, pues imaginó que el rey habría entrado allí a rezar. Se dirigió hacia aquella parte y desmontó. Ató su rocín y entró en la capilla. No vio a nadie; ni en un lado ni en otro, excepto a un caballero que yacía en el centro de la capilla sobre una litera y estaba cubierto con una rica tela de seda y a su alrededor había cuatro candelas ardientes en cuatro candelabros de oro. Mucho le maravilló al doncel que hubieran abandonado así a aquel cuerpo, pues no había nadie con él más que las imágenes. Y mucho más le maravilló no encontrar al rey, pues ya no sabía dónde buscarle. Saca una de las candelas, coge el candelabro de oro y se lo mete entre las calzas y el muslo. Sale de la capilla y monta en su rocín. Se marcha, atraviesa el cementerio y sale fuera de la landa para penetrar en el bosque. Y pensó que no se detendría hasta que hubiera encontrado al rey.

En cuanto entró en su camino vio a un hombre negro y horrible que se le acercaba, y era más grande a pie de lo que él lo era a caballo y le pareció que llevaba en la mano un gran cuchillo punzante de dos filos. El doncel se aproxima a él a una gran velocidad y le pregunta:

—Vos que venís por aquí, ¿habéis encontrado en este bosque al rey Artús?

—No, pero os he encontrado a vos y eso me alegra mucho, pues salisteis de la capilla como ladrón y traidor. Os habéis llevado de mala manera el candelabro de oro con el que era honrado el caballero que yace muerto en la capilla. Quiero que me lo entreguéis y lo volveré a llevar allí, o, de otro modo, os desafío.

—A fe mía, no os lo pienso devolver. Me lo llevaré y se lo regalaré al rey Artús.
—Os aseguro que lo pagaréis muy caro si no me lo devolvéis ahora mismo.
Y el doncel pica espuelas creyendo que le va a vencer. Pero el otro se le adelanta, le hiere con el cuchillo en el costado y se lo mete en el cuerpo hasta el mango. El doncel, que yacía en la sala de Carduel, se despierta del sueño y lanza un grito:

—¡Santa María! ¡El sacerdote! ¡Ayudadme, ayudadme, muero!
El rey, la reina y el chamberlán oyeron el grito. Se levantaron y dijeron al rey:
—Señor, ya podéis partir. Ha amanecido.
El rey ordena que le visten y calcen. Y aquél grita con todas sus fuerzas.
—¡Traedme un sacerdote, muero!

El rey se dirige rápidamente hacia allí y la reina y el chamberlán le acompañan con gran cantidad de antorchas. El rey le pregunta qué le ocurre y él le explica lo que ha soñado.

—¡Ah!—exclama el rey—, ¿era sólo un sueño?
—Sí, señor—le responde—. Pero se ha hecho terriblemente verdad.
Alza el brazo izquierdo y continúa diciendo:
—Señor, mirad esto. Ved el cuchillo que me atraviesa el cuerpo hasta el mango.
Luego introduce la mano en sus calzones donde estaba el candelabro de oro. Lo saca y se lo muestra al rey.
—Señor, por este candelabro estoy mortalmente herido. Os lo regalo.
El rey coge el candelabro y lo contempla maravillado, pues nunca había visto uno tan precioso. El rey se lo enseña a la reina.
—Señor—dice el doncel—, no me saquéis el cuchillo del cuerpo hasta que me haya confesado.


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Vita Merlini, 3 Geoffrey dice:

Morgana, discípula de Merlín.


Allí nueve hermanas gobiernan según ley que no está escrita a los que a ellas de nuestras partes llegan. La mayor de ellas es sabia en el arte de curar, y por su espléndida belleza supera a sus hermanas. Morgana es su nombre, y conoce la utilidad de todas las hierbas para la curación de los cuerpos enfermos. También conoce el arte de mudar su figura y como Dédalo sabe cortar los aires con plumas nuevas […]

Allí, después de la batalla de Camblan, llevamos herido a Arturo […] y Morgana […] dijo que ella podía devolverle la salud si con ella estaba largo tiempo y quería tomar sus medicamentos

“Morgana, dice el cuento, odiaba a su hermano, el rey Arturo, más que a nadie: no porque le hubiera hecho algún daño, sino porque es costumbre de la gente desleal y mala odiar a los hombres nobles y guardarles siempre rencor. Morgana odiaba al rey Arturo porque lo veía más valiente y agraciado que cualquier otro hombre de su linaje”.

“Creo que eran ministros del diablo las que tan altamente nos sirvieron, pues ninguna doncella en el mundo habría podido servirnos como éstas lo hicieron”.

“Decid a mi hermano, el rey Arturo, que tengo tales poderes que puedo transformar a mi séquito en estatuas de piedra como él mismo lo vio. Y también podéis decirle que hubiera podido hacerle más daño si no fuera porque la Doncella Cazadora lo protege contra mis encantamientos, pues ella, sin duda alguna, sabe más de necromancia y encantamientos que nadie en el mundo, pues el soberano de los adivinos, a quien enterró vivo, le enseñó”.

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