sábado, 10 de diciembre de 2011

Gualalupe y Malinalli, dos mitos, dos madres, una nación.



Para mi madre que también cumple años el mismo día (y ya casi la alcanza).

480 años, casi medio milenio que la Virgen de Guadalupe se apareciera por estas tierras, (por cierto, Guadalupe viene del árabe wad-ad-luben, “rio escondido”, aunque en México afirmamos que es del árabe wad-al, rio y del latín lupus, lobos, “rio de lobos”), así un entre el 9 y el 12 de diciembre la Virgen de Guadalupe se apareció cuatro veces a Juan Diego Cuauhtlatoatzin en el cerro del Tepeyac en 1531, en 1649 se publica el Nican mopohua (que puede traducirse como Aquí se narra), El Nican Mopohua está contenido en un libro más amplio, el Huey tlamahuiçoltica o El Gran Suceso, que es pate dl Huei tlamahuizoltica omonexiti in ilhuícac tlatohcacihuapilli Santa María Totlazonantzin Guadalupe in nican huei altepenáhuac México itocayocan Tepeyácac (en náhuatl, "Por un gran milagro apareció la reina celestial, nuestra preciosa madre Santa María de Guadalupe, cerca del gran altépetl de México, ahí donde llaman Tepeyacac").

Hace algún tiempo, aquí mismo me réferi a este texto, y de algo estoy plenamente cierto, que en gran medida la imagen de la nacionalida` mexicana esta cimentada en el mito guadalupano, sin este, México como nación no puede entenderse, al grado tal que entre los mexicanos que quedaron en los territorios robados en 1847 por los EUA se tatúan y rezan a la Virgen de Guadalupe, lo mismo sucede con los Chicanos, los migrantes, los pochitos y muchos otros de origen latinoamericano.

Sin embargo hoy quiero hablar de otra mujer que guarda en esos parámetros de lo mítico el otro fundamento de nuestra nacionalidad y lo hago aquí, hoy, por que en cierto sentido existe un paralelismo ente una y otra y creo que no hay mejor momento que este que para hablar de la Malinche, quien a fin de cuentas fue madre de mestizos, de los primeros hijos de esta nación.

Para ello, les dejo con dos textos que creo presentan varias posibilidades de entendimiento de esa otra mítica mujer.

Alejandro.

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Por: Ángel Gallegos
De acuerdo con Bernal Díaz del Castillo, Malintzin era una mujer nativa del pueblo de Painalla. Conoce más en torno a ella..*

Aquella mañana del 15 de marzo de 1519, después de enfrentar y vencer a los naturales en dos escaramuzas en las cercanías del río Tabasco –hoy Grijalva–, Cortés y sus hombres recibieron la inesperada visita de una comitiva enviada por el señor de Potochtlan, quien, como prueba de sumisión, quiso halagar a los recién desembarcados con numerosos regalos, entre los que destacaban joyas, textiles, alimentos y un grupo de veinte mujeres, todas jovencitas, quienes de inmediato fueron repartidas por Cortés entre sus capitanes; tocó a Alonso Hernández de Portocarrero aquella joven que pronto se convertiría en uno de los personajes más importantes de la épica empresa de conquista que estaba por comenzar: Malintzin o Malinche.

De acuerdo con Bernal Díaz del Castillo, Malintzin era una mujer nativa del pueblo de Painalla, en la provincia de Coatzacoalcos (en el actual estado de Veracruz), y “desde pequeña fue gran señora y cacica de pueblos y vasallos”. Sin embargo, su vida cambió cuando, aun siendo niña, su padre murió y su madre contrajo nuevas nupcias con otro cacique, de cuya unión nació un hijo varón, a quien se determinaría dejar el cacicazgo una vez que éste tuviera la edad suficiente para asumir el control del mismo, haciendo a un lado a la Malintzin como posible sucesora.

Ante esa incómoda perspectiva, la pequeña Malinche fue regalada a un grupo de mercaderes provenientes de la región del Xicalango, la famosa zona comercial en donde se daban cita las caravanas de comerciantes para intercambiar sus productos. Fueron estos pochtecas los que más tarde la intercambiarían con la gente de Tabasco, quienes, como ya se dijo, la ofrecieron a Cortés sin siquiera imaginar el futuro que aguardaba a esta mujer “de buen parecer... entremetida y desenvuelta...”

A los pocos días de este encuentro con los indígenas tabasqueños, Cortés se hizo nuevamente a la mar, con rumbo al septentrión, bordeando la costa del Golfo de México hasta alcanzar los arenales de Chalchiucueyehcan, explorados ya con anterioridad por Juan de Grijalva en su expedición de 1518 –en ellos se asienta ahora el moderno puerto de Veracruz–. Parece ser que durante este trayecto Malinche y el resto de las nativas fueron bautizadas bajo la religión cristiana por el clérigo Juan de Díaz; recordemos que para que pudiese haber unión carnal con estas nativas, los españoles tenían que reconocerlas antes como partícipes de la misma fe que ellos profesaban.

Asentados ya en Chalchiucueyehcan, unos soldados se percataron de que Malintzin conversaba animadamente con otra naboría, una de aquellas mujeres enviadas por los mexicas para hacer tortillas a los españoles, y que la plática era en lengua mexicana. Sabedor Cortés de aquel hecho la mandó llamar, certificando que hablaba tanto el maya como el náhuatl; era pues, bilingüe. El conquistador!20quedó maravillado, porque con ello tenía resuelto el problema de cómo entenderse con los aztecas, y eso iba de acuerdo con su deseo de conocer el reino del señor Moctezuma y su ciudad capital, México-Tenochtitlan, de la cual ya había escuchado fantásticos relatos.

Así pues, Malinche deja de ser una mujer más al servicio sexual de los españoles y se convierte en la inseparable compañera de Cortés, no sólo traduciendo sino también explicando al conquistador la forma de pensar y las creencias de los antiguos mexicanos; en Tlaxcala aconsejó cortar las manos de los espías para que así los indígenas respetaran a los españoles. En Cholula avisó a Cortés de la conspiración que supuestamente los aztecas y los cholultecas planeaban en su contra; la!20respuesta fue la cruel matanza que el capitán extremeño hizo de la población de esta ciudad. Y ya en México-Tenochtitlan explicó las creencias religiosas y la visión fatalista que imperaban en la mente del soberano tenochca; también peleó al lado de los españoles en la famosa batalla de la “Noche Triste”, en la que los guerreros aztecas, encabezados por Cuitláhuac, expulsaron de su ciudad a los conquistadores europeos antes de que fuera finalmente sitiada el 13 de agosto de 1521.

Tras la caída a sangre y fuego de México-Tenochtitlan, Malintzin tuvo un hijo con Cortés, a quien dieron el nombre de Martín. Tiempo después, en 1524, durante la fatídica expedición a las Hibueras, el mismo Cortés la casó con Juan Jaramillo, en algún lugar cercano a Orizaba, y de aquella unión nació su hija María.
Doña Marina, como fue bautizada por los españoles, murió misteriosamente en su casa de la calle de La Moneda, una madrugada del 29 de enero de 1529, según afirma Otilia Meza, quien dice haber visto el acta de defunción firmada por fray Pedro de Gante; quizá fue asesinada para que no declarara en contra de Cortés en el juicio que se le seguía a éste. Sin embargo, su imagej, plasmada en las coloridas láminas del Lianzo de Tlaxcala o en las memorables páginas del Códice Florentino, aún nos recuerdan que ella, sin proponérselo, fue la madre simbólica del mestizaje en México...

Fuente: Pasajes de la Historia No. 11 Hernán Cortés y la conquista de México / mayo 2003

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La visión de la Malinche: lo histórico, lo mítico y una nueva interpretación, Bonnie Holmes

Cervantes de Salazar da un breve resumen de las dos versiones recogidas en las crónicas de la época: “Diré quién fue, aunque en esto hay dos opiniones: la una, es que era de tierra de

México, hija de padres esclavos y comprada por ciertos mercaderes […] la otra y más verdadera es que fue hija de un principal que era señor de un pueblo que se decía Totiquipaque y de una esclava suya, y que siendo niña, de casa de sus padres la habían hurtado y llevado de mano en mano a aquella tierra donde Cortés la halló.”

En la crónica de López de Gómara (considerado el primer biógrafo de Cortés), indica que su lugar de origen fue Xalixco y que fue secuestrada de sus padres y luego entregada a los españoles como esclava: “… le preguntó quién era y de dónde. Marina, que así se llamaba después de cristiana, dijo que era de Xalixco, de un lugar dicho Viluta, hija de ricos padres, y parientes del señor!20de aquella tierra; y que siendo muchacha la había n hurtado ciertos mercaderes en tiempo de guerra, y traído a vender a la feria de Xicalnco, que es un gran pueblo sobre Coazacualco, no muy aparte de Tabasco; y de allí venida a poder del señor de Potonchan. Esta Marina y sus compañeros fueron los primeros cristianos bautizados de toda la Nueva España, y ella sola, con Aguilar, el verdadero intérprete entre los nuestros y los de aquella tierra.”

A pesar de la relación íntima y el hijo que tuvo con la Malinche, Hernán Cortés apenas se refiere a ella en sus cartas dirigidas al rey de España, el emperador Carlos V. En sus Cartas de relación hace referencia a ella como la interprete que siempre le acompañaba, y no cabe duda de que la necesitaba debido a su inhabilidad de comunicarse con los indígenas:

“…Y para que creyese de verdad, que se informase de aquella lengua que con él hablaba, que es Marina, la que yo siempre conmigo!20he traído, porque allí me la habían dado con otras veinte mujeres; y ella le habló y le certificó de ello, y cómo yo había ganado a México, y le dijo todas las tierras que yo tengo sujetas y puestas debajo del imperio de vuestra majestad …”

En su segunda carta habla de la fealdad de la Maliche, y describe como alertó a los españoles del plan que tenían los Cholulas de atacar a los conquistadores. Cortés utiliza este conocimiento para justificar la matanza infame de miles de nobles que estaban reunidos en una plaza. (Aunque realmente no se sabe si el ataque fue defensivo, o si fue premeditado para mostrar la fuerza de los españoles y meter miedo a los aztecas.)

“…Y estando algo perplejo en esto, a la lengua que yo tengo, que es una india que esta tierra, que hube en Potonchán y que los de la ciudad cómo muy cerquita de allí estaba mucha gente de Mutezuma junta, y que los de la ciudad tenían fuera sus mujeres e hijos y toda su ropa, y que había de dar sobre nosotros para matarnos a todos, y si ella se quería salvar que se fuese con ella, que ella le guarecería; la cual lo dijo a aquel Jerónimo de Aguilar, lengua que yo hube en Yucatán.”

Otra crónica escrita por Bernal Díaz de Castillo provee también información biográfica acerca de la Malinche, y otros hechos lujosamente detallados. En particular, describe la entrega de Malinche y otras 19 mujeres por!20los caciques y principales de la región de Tabasco tras la derrota de los indígenas en la batalla de Centla: “…vinieron muchos caciques y principales de aquel pueblo de Tabasco y de otros comarcanos haciendo mucho acato a todos nosotros e trajeron un presente de oro, que fueron cuatro diademas y unas lagartijas, y dos como perrillos y orejeras, y cinco ánades, y dos figuras de caras de indios, y dos suelas de oro […] y no fue nada este presente en comparación de veinte mujeres y entre ellas una muy excelente mujer que se dijo llamar doña Marina, que así se llamó después de vuelta cristiana […] e luego se bautizaron y se puso por nombre doña Marina a aquella india y señora que allí nos dieron y verdaderamente era gran cacica e hija de grandes caciques y señora de vasallos y bien se le parecía en su persona […] y Cortés les repartió a cada capitán la suya, e a esta doña Marina, como era de buen parecer y entremetida y desenvuelta, dio a Alonso Hernández de Puertocarrero, que ya he dicho otra vez que era muy buen caballero, primo del conde de Medellín” (153-154).

La crónica de Bernal Díaz se destaca de las otras en la manera respetuosa como el autor siempre se refiere a la Malinche; constantemente utiliza el título “Doña” en sus elogios de ella. Como explica González Hernández, “Bernal Díaz no perderá las oportunidades que le salgan al paso para hacer especial hincapié en la nobleza de linaje de Marina, nobleza que según los cánones de la época ha de manifestarse también en la bondad de corazón, el coraje, la fidelidad, la belleza física incluso, la!20inteligencia y tantas otras cualidades con las que el cronista construye el retrato épico de Malintzin y en las que insiste cada vez que tiene ocasión” (198).

Sobre la figura de la Malinche se han desarrollado las versiones populares que con el paso de los años se han convertido en figuras míticas; la Chingada y la Llorona. “La Chingada es una elaboración mestiza cuyo origen no podemos precisar, mientras que la Llorona es una reinterpretación cultural de las diosas del México prehispánico efectuada en la época colonial. Ambas son testimonio de la fuerza extraordinaria con que la Malinche sobrevive en la memoria colectiva mexicana” (González Hernández 147). En El Laberinto de la soledad escrito por Octavio Paz, el autor describe la conquista de México como una violación, y compara a la Malinche con la virgen de Guadalupe. Mientras que Guadalupe es la madre virgen, la Chingada es la madre maltratada; la figura pasiva en la historia de México. El estudio revela la perspectiva negativa de la Malinche, y de la mujer en general en la sociedad mexicana.

“…la Chingada es la Madre violada […] aún más pasiva. Su pasividad es abyecta; no ofrece resistencia a la violencia, es un montón inerte de sangre, huesos y polvo. Su mancha es constitucional y reside, […], en su sexo. Esta pasividad abierta al exterior la lleva a perder su identidad; es la Chingada. Pierde su nombre, no es nadie ya, se confunde con la nada, es la Nada. Y sin embargo, es la atroz encarnación de la condición femenina.

Si la Chingada es una representación de la madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es la Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios, estoicos, impasibles y cerrados”.

González Hernández hace referencia al diccionario de Francisco J. Santamaría, el cual define el verbo “chingar” como “ofender, agraviar, molestar, herir, causar mal, hacer daño, ocasionar perjuicio, inferir lesión en la honra, incluso fornicar, hacer!20coito.” Puede significar hasta la muerte, como en la expresión “se lo llevó la Chingada.” Así que los mexicanos han llegado a considerar su pasado como una violación que les ha robado su cultura, su lengua, e incluso su identidad. González Hernández resume la relación entre la Malinche y la Chingada según el estudio de Octavio Paz de una forma muy nítida y bien articulada:

“La asociación de la Chingada con la Malinche ha centrado las reflexiones de Octavio Paz en la dialéctica de lo abierto y lo cerrado. La Malinche encarna lo abierto, lo chingado, la inexorable condición femenina frente a lo cerrado-masculino, representación de lo auténtico mexicano. Así, la expresión “hijos de la Chingada”, verdadero grito de afirmación de la mexicanidad, es equivalente el término “malinchista”, define o designa a los “otros”, a los no mexicanos, o lo que aún es peor, a los!20mexicanos que reniegan de su identidad, que se dejan levar por ideas o tendencias que provienen de fuera, a los traidores a la patria de antes, ahora y siempre”.

La primera mención literaria de la figura de la Llorona la encontramos en las crónicas indígenas, y más específicamente en La Visión de los Vencidos. En el texto de los informadores indígenas de Sahagún, aparece una referencia a los ocho presagios que fueron revelados antes de la llegada de los conquistadores. El sexto presagio funesto describe un suceso que será el antecedente indígena de la leyenda de la Llorona asociada luego con la Malinche: “Muchas veces se oía: una mujer lloraba, iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:

-¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos! Y a veces decía:
-Hijitos, ¿a dónde os llevaré?”

Curiosamente, Bernal Díaz del Castillo relata un episodio muy parecido al sexto presagio después de recibir la noticia (equivocada) de que Hernán Cortés había muerto en la expedición de Higueras: “…yendo una noche a Tlatelulco, que es la iglesia de señor Santiago, donde solía estar el ídolo mayor, que se decía Huichilobos, que vio en el patio que ardían en vivas llamas el alma de!20Cortés y de doña Marina e la del capitán Sandoval, e que de espanto dello andaban en los patios de Tezcuco unas cosas malas, y que decían los indios que era el alma de doña Marina y la de Cortés …”

En la cultura indígena realmente no existía una sola llorona, sino varias mujeres fantasmales que andaban por la noche llamando a los hijos que ellas mismas habían asesinado.

Las motivaciones de los asesinos incluyen la venganza por ser abandonada por un esposo y su inhabilidad de cuidar a los hijos; otras versiones asocian el asesinato con crímenes pasionales. En una manifestación de la leyenda, ella aparece sola durante la noche; su figura fantasmal atrae a los hombres con fines trágicos, como cierto tipo de sirena terrenal. Otra versión ficticia cuenta la manera en que la Malinche (Llorona) mató a los dos hijos que tuvo con Hernán Cortés, y depositó sus cadáveres en un lago, después de que éste se enamorara de una mujer que le convenció de volver a España con los dos niños. Según la leyenda ella podía ser vista hasta el día de su muerte a la orilla del lago llorando por sus hijos. Sandra Cypress aclara la relación entre la Malijche y la Llorona, utihizando como contexto la escritura de la autora Rosario Castellanos, de la siguiente manera:

"...-La Llorona, una figura muy conocida en el folklore mexicano que se asocia con el paradigma de la Malinche, La Malinche se dice que llora por sus hijos subyugados por los españoles. Texto de Castellanos ironiza sobre la figura de la madre que llora, la madre de la Malinche actúa falsamente en su lamento por la muerte de su hijo, mientras que La Malinche aquí está llorando por el hijo perdido que es ella misma. Castellanos indica al lector que La Malinche se inicia su recorrido en el camino de la historia como una víctima de la persecución ".

La figura mítica de la Llorona es un “cúmulo de leyendas tanto rurales como urbanas” y “la mezcla de elementos indígenas y españoles manifiestan claramente el sincretismo cultural que ha producido el mito” (González Hernández 155). Pero en mi opinión, la vinculación más directa que se ha hecho entre la Llorona y la Malinche es la de una mujer que llora su culpa por la muerte de los suyos.

Todos los gatos son pardos, critica la Conquista y los arquetipos de ella a través de un epílogo en que aparecen los equivalentes modernos de aquellos. En la primera escena aparece la Malinche y se dirige a los espectadores explicando los tres nombres que le han puesto; Malintzin, otorgado por sus padres, Marina, proveído por su amante, y la Malinche – el nombre conferido por su propia gente. Mantiene que como diosa, amante o madre tiene licencia de contar la historia de la Conquista de México, debido a que fue uno de sus protagonistas principales – la madre simbólica de una raza nueva. Algunos la han elevado al nivel de una diosa, mientras otros sólo la consideran como una puta. Además, su propia gente la llama traidora – la lengua y guía del hombre blanco:

“Malintzin, Marina, Malinche Tres fueron tus nombres, mujer: el que te dieron tus padres, el que te dio tu amante y el que te dio tu pueblo Malintzin dijeron tus padres: hechicera, diosa de la mala suerte y de la reyerta de sangre Marina, dijo tu hombre, recordando el océano por donde vino hasta estas tierras Malinche, dijo tu pueblo: traidora, lengua y guía del hombre blanco. Diosa, amante o madre, yo viví esta historia y puedo contarla yo fui la partera de esta historia, porque primero fui la diosa que la imaginó, luego la amante que recibió su semilla y finalmente la madre que la parió. Diosa, Malintzin; puta, Marina; madre, Malinche” (Fuentes 13-14).

Considerada como uno de los personajes más enigmáticos de la conquista, la figura de la Malinche ha sido construida y re-construida a lo largo de los últimos cuatro siglos, durante los cuales ha sido transformada de una figura histórica en un mito nacional. Por un lado, la Malinche representa la creación de una raza nueva – la mestiza; por otro lado representa la derrota y destrucción del mundo indígena. Desde la Independencia de México en 1821, la Malinche ha sido distorsionada desde ser una figura heroica (como fue percibido por los autores de las crónicas), a un traidora de su raza y la madre simbólica del mestizo.

Unos han intentado vindicar a la Malinche del mito negativo de su traición (La Chingada), utilizando el argumento de que no se puede aplicar el concepto de infidelidad y traición al pueblo indígena durante la época de la Conquista. No existía el concepto de “patria” sino que muchas tribus, queriendo ser libres de la dominación azteca, ofrecieron su ayuda a Cortés y colaboraron en su propia derrota. En este sentido, la Malinche puede ser vista como una mujer inteligente que se rebeló contra los valores tradicionales y patriarcales que la habría restringido al papel de sirviente y concubina. En esta representación, la Malinche representa un intérprete multilingüe, un estratega, el símbolo de la unión de dos culturas, y un icono de ideología feminista.

A través de la escritura contemporánea, vemos una nueva Malinche – una mujer activa con una voz propia que rechaza la pasividad de su sexo, elige su propio destino y se transforma a sí misma pasando de ser una esclava a una mujer que cambió la historia de un continente entero. A pesar de ser ficción, estas obras nos dan una idea mejor de quién realmente era ella – una víctima que fue traicionada, decepcionada, esclavizada y violada durante su vida, y otra vez traicionada y calumniada después de su muerte: La Malinche merece ser visto con nuevos ojos – merece ser vista como la mujer fuerte e inteligente que era – una mujer que sobrevivió a pesar de circunstancias casi imposibles y que sirve como ejemplo para mujeres en el futuro. Al final de la obra de teatro La Malinche, escrita por Víctor Hugo Rascón , la Malinche hace un comentario que nos revela su propia interpretación de la Conquista – en la única voz que ha estado ausente en la historia de México a través de los siglos – la voz de ella.

“Yo inventaba una verdad hecha de mentiras cada vez que traducía de ida y de vuelta entre los dos mundos. Despreciada de unos y de otros. ¿Qué es la verdad? ¿Qué es la mentira? Yo sólo quería un ideal” (Rascón, La Malinche, 95-96).

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